18 de agosto de 2009

Bonanza

Decoración vieja (no antigua), clientela peculiar, ambiente enrarecido, cocina casera y precio rozándo el ridículo, en definitiva: visita imprescindible.

NOTA: 6

Este negocio tiene solera, y la pinta de no haber cambiado desde su apertura (quizá en el pleistoceno), incluso algunos de los parroquianos deben estar allí desde entonces, sin dar señales de vida en sus casas. Puede dar aspecto de sucio y descuidado (no lo es), pero, como diría aquel: "es su estilo". Los clientes son de lo más peculiar, en una mesa tienes a un hombre lleno de arapos, y en la mesa de al lado a una mujer envuelta en bisón, y en la barra a uno con mallas ciclistas...aunque el más peculiar es el propio dueño.
La carta que ofrece...pues no sé si existe...¿? pero tú le pides al dueño y el te saca lo que haga falta: jamón cortado a cuchillo (a su manera: medio dedo de grosor), queso (a su manera también), ensaladas, chorizo, longaniza, morcilla, tortillas variadas y hermosonas (su mujer, que es la cocinera, está todo el día en la cocina batiendo huevos)...
Y despues de comer todo lo que quieras, y beber todo lo que puedas, cuando te cobre pensarás, que cómo el hombre es mayor, no ha sumado bien y te cobra mal, pues no, es así de barato!
Conclusión: un lugar de visita obligada (al menos una vez en la vida).

C/ Refugio, 4

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